Hablo de mí.
Cuando hablo de los otros,
hablo de mí.
Son mis palabras las que se pronuncian,
soy yo el que soy en ellas,
ellas me son traicioneras
a fuer de serme fieles.
Ellas me dicen
mientras yo me oculto
detrás de ellas.
Si os ofendo,
soy yo el que me ofendo.
Si os increpo,
soy yo el que se increpa.
Si os desprecio,
soy yo el que no valgo nada.
Por eso,
aunque no pueda callarme,
he de volver
una y otra vez
a mi silencio,
para que yo descanse,
para que yo me sea
sin serme,
para que yo me deje en paz,
sin que a los demás,
ni a mí mismo,
les importe nada
de todo esto que digo
y quizá no debiera decir.
Cuando hablo de los otros,
hablo de mí.
Son mis palabras las que se pronuncian,
soy yo el que soy en ellas,
ellas me son traicioneras
a fuer de serme fieles.
Ellas me dicen
mientras yo me oculto
detrás de ellas.
Si os ofendo,
soy yo el que me ofendo.
Si os increpo,
soy yo el que se increpa.
Si os desprecio,
soy yo el que no valgo nada.
Por eso,
aunque no pueda callarme,
he de volver
una y otra vez
a mi silencio,
para que yo descanse,
para que yo me sea
sin serme,
para que yo me deje en paz,
sin que a los demás,
ni a mí mismo,
les importe nada
de todo esto que digo
y quizá no debiera decir.
Briton Rivière La respuesta de Daniel al Rey, 1890 |