jueves, 16 de julio de 2020

El profeta I

Engaña tú a otro,
ya que tanto sabes,
ya que estás tan seguro.
Abre la boca todo lo grande que puedas,
que todo tú te conviertas en boca,
y pregona tus inteligentes sandeces,
ya que tienes la razón
y toda la razón.
Y engaña a otros,
que no a mí,
y embárcales en tu sueño de la razón
lleno de monstruos que están por venir,
que sin duda vendrán,
porque tú los convocas
cada vez que los ojos te brillan
con el odio de la verdad,
con el ansia soberbia de la verdad,
con la ciega verdad que te ciega.
Anda y dales paño,
y que ellos te halaguen mucho,
maestro necio,
boca chancla,
boca de sapo,
pero deja de lanzar tu saliva
hacia este lado,
donde hay un hombre que ya no confía,
que no acepta verdades,
ni guías,
ni promesas llenas de falsas promesas.
Deja que siga,
y no me molestes más,
que bastante tengo con arreglar
las cosas de mi vida,
con mantener en paz mi alma,
para que haya paz cuando los otros quieran
saber por mí
en qué consiste un hombre libre.



 Pablo Gargallo
El profeta, 1932

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