jueves, 9 de enero de 2014

Llueves

El aire es un cuerpo del revés, un sueño contenido al otro lado, la convexión de un ángulo cuerpo, concavidad de Alicia en el cristal espejo: para existir por dentro, dejar afuera el llanto; para limpiar el alma, contemplar la lluvia.

Así, es la lluvia compacta el animal que observa, la que tiembla de frío sola en su encierro exterior, inmenso y mudo, y en el espejo del ojo, se refleja en lágrima, que no es sino una gota ausente de nube, huérfana de tormenta, extraña al tacto de la piel caliente, torrente diminuto con vocación de río.

La lluvia entonces se alegra, escapa de la tormenta, milagro transparente del cristal, conversión misteriosa del agua en llanto, éxtasis de la nube, sagrado aleluya cantado a solas.

Cuando un alma sensible siente la piedad del invierno, se vuelve abrazo tierno para acoger al frío, redimir a la lluvia, calmar la inclemencia del viento, ser abrigo y refugio donde acunar al clima.

La lluvia, animal perfecto, sabe en qué cristales golpear su canto, en qué puerta acogedora encontrará su casa.


William Turner, 1797
Norham Castle sunrise

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